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miércoles, 18 de enero de 2012

Eras imaginarias, vivencias obligadas


Reseña de libros  

Cortarle un dedo a David Gilmour es como cercenarle una teta a Sofía Vergara o una pierna a María Isabel Urrutia. Es más que un mal pensamiento, es un crimen de lesa humanidad. Este es el título del último libro del escritor Carlos Patiño Millán que por un momento nos hace dudar, porque no faltará el que lo ubique en la estantería de los CD, o aun peor, que trate de ponerlo en una grabadora para ver si suena. Es un libro de ¿cuentos cortos?  ¡Sí! relatos escritos desde la pasión, esa misma que evoca y olvida creando universo reales habitados por las dudas.



Editado bajo el sello de Radio Futura y con la buena voluntad de Orlando López, cubierto por una  carátula negra con una mano radiografiada que nos sorprende por que le faltan, no un dedo, si no dos preciadas falanges a nuestro ídolo de las Fender Stratocaster. Dentro de sus pastas  el texto pide un lector, podría ser el mismo que lee con avidez a Valle-Inclàn y si es un gran melómano. Mejor, y si este mismo lector es cineadicto y si pudiéramos sumarle a estas cualidades que transitara entre Medellín y Cali, este es el libro para él. Si usted no cuenta con los anteriores requisitos el libro sigue siendo un reto, hay que leerlo en serio para no tomarlo muy en serio, sintonícese en el lugar indicado y   puede escuchar esta broma, experimento, propuesta, es la libertad de jugar con la palabra, bordeando los limites de la verdad, lo verosímil, el erotismo, el chisme, los sueños.


Qué es verdad o qué es mentira no es un buen código para leerlo, hay (pienso yo) que recorrer los 38 relatos breves del lado A (para todos los nostálgicos de los cassettes o vinilos) que se agrupan bajo en título JÓVENES QUE SE COLUMPIAN HACIA EL PASADO, para pasar a los 31 relatos del lógico lado B que inicia con el título LABIOS  MUY MENORES, y culminar el libro con un inesperado bonus track SANGRANDO POR LA NARIZ de aforismo refección o frases sueltas y profundas.

El libro habla de amor que es lo único válido en la literatura – y en la vida- son textos para esa mujer etérea que es una entre un millón de unas, minicuentos o poemas, que son la elaboración ensoñada de un momento una imagen que se plasma en palabra. En la mayoría de los casos, los textos terminan planteando un interrogante para la memoria, y luego un nueva lectura en la que hay un sonrisa o se voltea la página, seguramente el efecto de estos escritos funcione como la música, que nos gusta de verdad solo después de escucharla mucha veces, hasta que la olvidamos, por un tiempo.  Para este libro que suena entre dos carátulas negras, muchas historias del color de su carátula, muchas radiografías.



Después de leer a Patiño se puede pensar en Cali como esa ciudad idílica, cielo azul, posibilidad de vivir una urbe habitada en las ideas  cargadas de palabras y sentimientos de aquellos que han pensado  las calles por donde caminan,  de aquellos que la han vivido en los ojos de sus amigos; esta ciudad habla a partir de seres que la recorren a diario, que la padecen. Se puede creer que El día que le volé un dedo a David Gilmour está para la literatura y por ende para nosotros que no leemos casi, pero allí está esperando que hablemos con él, que sólo tiene para decirnos lo que queramos preguntarle, porque es un libro mediático, posmoderno e irreverente que dialoga con la urbe y con los antihéroes de ésta, que es breve pero jugoso, que generará sentimientos encontrados y que habita en ese jardín de niños muertos y ciudadanos Cain...”tu podrás ser una idea brillante pero donde yo me hallo es oscuro”


Omar Felipe Becerra

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